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La «generación» MADRID

El periodista Fernando Ónega hablaba así del cierre del diario por el régimen franquista en la edición conmemorativa publicada 50 años después de que dejara de publicarse

Cuando se decretó el cierre del diario Madrid, faltaban cuatro años menos cinco días para la muerte de Franco. Cuando, menos de tres meses después, se disuelve la empresa editora, el movimiento sindical ya era muy importante y en la ciudad natal de Franco, Ferrol, se produjeron unos gravísimos incidentes que provocaron la muerte de dos obreros. La situación asustó tanto al gobierno que los soldados que cumplíamos el Servicio Militar en Galicia fuimos acuartelados. Cuando, catorce meses más tarde fue volada la sede del periódico, se podía empezar a escribir esta historia: habían matado una voz, una voz que anunciaba y empujaba la naciente España de las libertades, pero habían dado vida a la Libertad.

Me explico. El cierre del Madrid fue una decisión propia de una dictadura: el aprovechamiento de una guerra accionarial entre dos familias del Opus para liquidar un medio incómodo. La falta de respuesta política indicó hasta qué punto el franquismo todavía controlaba voluntades: solo una docena de procuradores en Cortes –naturalmente del “tercio familiar”, único aperturista– se atrevieron a cuestionar el cierre. La falta de reacción social, sin ningún tipo de queja reseñable de organizaciones legales o clandestinas, demostró cómo la sociedad carecía de resortes para defender la libertad de expresión. Y lo más inquietante, la falta de respuesta periodística: hubo multitud de testimonios de adhesión a los trabajadores del diario, pero esta profesión perdió la oportunidad de promover una gran acción de protesta, como pudo haber sido una huelga en defensa del derecho de información. Los jóvenes eran muy jóvenes para promoverla, los mayores eran todavía el viejo régimen, de la Prensa del Movimiento no se podía esperar ninguna rebeldía y la prensa privada quizá veía el cierre con el egoísmo de un competidor menos.

Pero se dio vida a la libertad, porque la liquidación del diario fue el hecho que marcó clarísimamente la frontera que separa el Estado de Derecho del Estado autoritario y sin controles democráticos. Y esa frontera, hasta entonces diluida por el miedo o por el acomodo, empujó el nacimiento y consolidación de toda una generación de cronistas a los cuales la democracia debe todavía un homenaje de reconocimiento y gratitud. El cambio político tuvo un motor, que ha sido el rey Juan Carlos. Tuvo unos ejecutores, que comenzaron con Adolfo Suárez. Tuvo unos protagonistas, que fueron los españoles del abrazo de reconciliación. Pero antes hubo unos forjadores de opinión que crearon conciencia social de la necesidad de democracia. Hubo unos arriesgados informadores que contaron lo que ocurría debajo de la piel del desarrollismo anestesiante. Hubo unos periodistas y unos periódicos que dieron voz a los exiliados y a los encarcelados. Sin su trabajo de base, no hubiera sido posible la democracia. Yo no tengo inconveniente en llamarles “Generación Madrid”.

Fernando Ónega

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