LA POLÍTICA HA DE APOYARSE EN ECONOMISTAS Y TÉCNICOS
Cuenta Quevedo en la «Vida del Buscón» la historia de aquel divertido arbitrista que planeaba eliminar el canal que servía de obstáculo a los españoles en su asedio a los holandeses chupándolo con esponjas y echando el agua al mar. El arbitrismo es una enfermedad histórica española y no ha nacido en ninguna época concreta. Cuando los recursos están muy por debajo de las realidades, la mente se extravía en soluciones nigrománticas, por las que Quevedo, testigo de un tiempo de impotencia privada y pública, no podía pasar con su fino instinto de intelectual y de hombre irónico, sin hacer la amarga reflexión de su literatura. Asimismo los mejores textos de nuestra novela realista o de la generación del 98 nos muestran una galería pintoresca y dramática de tipos humanos completamente alejados de la realidad práctica, indiferentes a un esfuerzo de verdadera atención por los problemas y fanatizados con los recursos de una imaginación calenturienta, producto de siglos de hambre, atraso y educación dogmatista y literaria.
Pero si es grave comprobar un fenómeno histórico sobre el que cabría construir toda una teoría de la decadencia de la nación, mas grave todavía es ver que determinados rasgos de una mentalidad entre mercantilista, feriante y feudal persistan en medio de una sociedad que, si no es moderna, va al menos por el camino de la racionalización y de la industralización.
LA CRISIS DE LA POSGUERRA
Al final de la guerra civil, desbaratada la economía nacional, cercada España diplomáticamente, condenada a la autarquía imposible, las soluciones arbitristas y el espíritu arbitrista, consecuencia de la falta de medios a la altura de las circunstancias reales, encontraron un justificación histórica que no hallarían en otro momento. La lenta reconstrucción, que alcanzó hasta la época de la estabilización, se desenvolvió dentro de orientaciones modestas y confusas . Ausente una línea definitiva y eficaz de desarrollo, la tentación del arbitrismo fue muy fuerte. Hasta llegó a hablarse del falso descubrimiento por un estafador internacional de propiedades petrolíferas en las aguas del río Jarama o a despertar ilusión en personas de buena fe, pero carentes de preparación técnica, el hallazgo de oro en una mina de Cáceres. El arbitrismo es una modalidad de desvarío político que refleja una realidad frustrada. Esta frustración, es ante todo, económica y social. De la infraestructura en situación insostenible, la crisis surge, después la solución arbitrista . Sin embargo, no debe creeerse que sus causas estriban únicamente ciertos factores de base. Es preciso que a ello colabore un estado de auténtico subdesarrollo político, ideológico y moral.
ESTABILIZACIÓN Y ARBITRISMO
Si la etapa de la estabilización y posteriormente el desarrollo sacaron a España del marasmo del período de reconstrucción, sus contradicciones internas, la imposibilidad de cumplir con sus previsiones y las dificultades que plantea ahora la postura de España ante el Mercado Común amenazan, desde algunos sectores, en reconvertir la compleja situación presente al arbitrismo.
El neocapitalismo en que el país entró con la estabilización, había dado sus buenos frutos en la Alemania de la posguerra. Dejando de lado el escepticismo de muchos círculos políticos y económicos, la nueva Alemania creó un modelo capitalista cuando parecía que la política de intervención económica de los años treinta había dicho su palabra definitiva al capitalismo. Latente ahora la oposición, dentro del mundo capitalista, de dos formas de aceleramiento del desarrollo económico el neocapitalismo y la planificación socialista que no pueden olvidar la estrategia del enfrentamiento a otro poderoso bloque comunista y de la coexistencia con el Tercer Mundo, lo cierto es que las soluciones que se aparten de estos puntos de vista esenciales a la sociedad industrial no pueden conducir sino al fracaso. Raymond Aron se hace eco de una serie de problemas comunes a toda una sociedad industrial. Esto significa que el «Plan» en Occidente en las variantes que van del socialismo al neocapitalismo y el «Plan» comunista son, desde una perspectiva funcional, algo muy semejante. En medio de este panorama, ¿qué puede valer cualquier clase de arbitrismo?
ESPAÑA ANTE EUROPA
De donde viene el peligro es principalmente de las dificultades con las que España tropieza en sus intentos de llegar a una transacción conveniente con el Mercado Común. La crisis existe. Su naturaleza y su desenvolvimiento pueden pasar inadvertidos en medio de una marea de información, cuando no en una ausencia o encubrimiento de información. En cualquier caso, ante el problema que supone el apartamiento de España de los trabajos de unificación de Europa y, más en concreto, de sus acuerdos económicos, sectores concretos de la vida pública abogan por un arbitrismo de cuño tradicional.
Es evidente que en el momento por el que el mundo atraviesa nadie es libre de propias y absolutas iniciativas, y menos, por supuesto, una pequeña potencia desfasada por el dinámico desarrollo europeo y por la aparición de decenas de nuevos Estados independientes. El ritmo de crecimiento de que muchos alardean no es particularmente, significativo, habida cuenta de que en el plano de las comparaciones relativas nada nos tendrían que envidiar algunas de las naciones acabadas de nacer. ¿Cómo reaccionaríamos, por ejemplo, si el Congo nos dijera que su porcentaje de aumento del número de estudiantes universitarios ha sido en años pasados superior al de las grandes superpotencias?. Porque es cierto que el Congo, que no había tenido nunca estudiantes universitarios, promocionó, recién obtenida la independencia, a varios miles en un plazo mínimo. La estadística, cuando se considera en pocas cifras y destacando sólo las que convienen, sin estudios, críticas y comparaciones, es una fórmula arbitrista más para ocultar la verdad.
El único camino para una sociedad que busca el desarrollo es aquel que este desarrollo le marca en todas partes, teniendo siempre la colaboración de economistas y técnicos, y no un arbitrismo autárquico e inútil.