En noviembre de 1971 el Ministro de Información y Turismo del general Franco, Alfredo Sánchez Bella, clausuraba el diario Madrid, el primer proyecto periodístico en plena dictadura que intentó forzar la caduca Ley de Prensa de 1966 para dar una idea de la España real, esa España que durante muchos años estuvo secuestrada por la censura, la consigna obligatoria y la mordaza.
En 1973, el edificio del periódico situado en la calle General Pardiñas esquina a Maldonado, era volado y reducido a escombros. Sin embargo, el espíritu del Madrid, la cantera de donde han salido lo mejor de esta hermosa profesión (los Aguilar, los Míguez, los Sánchez Gijón, los Isart, los Bustamantes, los Logroños, los Gozalos, los de Juan, los Lazaros, Los Orozcos, los Anciones…) ha conservado intactos los principios bajo los cuales el periódico llegó a ser uno de los baluartes de la defensa de las libertades en una España donde todo era difícil y meritorio.
La transición española comenzó con la muerte del general Franco en 1975 pero antes de esa muerte y de ese proceso político en el periódico Madrid se pusieron las bases mínimas sobre las que años más tarde se construiría el tránsito de un régimen autoritario a una Monarquía Parlamentaria.
En aquellos años trabajar en el Madrid no solamente era un orgullo, sino probablemente una de las únicas formas honradas de ejercer una profesión prostituida, despreciada y utilizada. Fue mi primer trabajo, cuando yo todavía militaba en el Felipe y fue también mi primera aventura periodística que terminó pronto en el paro y, en parte, en la marginación porque aquella redacción , la redacción del Madrid estuvo años estigmatizada y marginada.
Afortunadamente, el espíritu que animaba aquel proyecto que era algo más que un proyecto periodístico, no solamente sigue vivo, sino que sobre él es todavía posible aunar nuevas ilusiones, y nuevas metas.
De ese espíritu debe quedar algo más que esa placa de bronce en «homenaje a quienes trabajaron en el diario Madrid defendiendo las libertades» y que fue colocada en donde se intentó volar toda una forma de entender la convivencia en nuestro país, y ese merecido homenaje que recibió Antonio Fontán, director del periódico, cuando en el año 2000 fue declarado uno de los Cincuenta Héroes de la Libertad de Prensa por el IPI (Instituto Internacional de Prensa) en la Asamblea celebrada en Boston.
De ese espíritu, del «espíritu del Madrid» debe quedar algo más que un recuerdo, mucho más que la pura nostalgia.