Admirada Katharine, admirada colega, te hemos traído de ejemplo, nos hacen falta ejemplos, estás fuera de la cultura de la queja, estás en el periodismo profesional, ese que esperamos que prevalezca porque ahí nos estamos jugando también que prevalezca la democracia. Sin información libre, verificada, crítica, será imposible que la democracia tal y como la conocemos prevalezca. Katharine estás en el periodismo profesional, en el periodismo de la verificación, que es una especie en amenaza de extinción, como lo estuvo ese dinosaurio que acaba de descubrirse en la Sierra de la Demanda, de veintiocho metros de largo incapaz de adaptarse a los cambios del entorno. Pero adaptarse no es envilecerse ni desnaturalizarse abandonando sus compromisos de servicio público. Pudiera ser que el periodismo que nosotros hemos conocido y en el que nos hemos esforzado estuviera también amenazado por los cambios del entorno. Por eso tenemos que recuperar sus raíces, demostrar su utilidad en el sostenimiento del espacio público donde se articula el debate cívico.
Se dijo que la guerra es demasiado importante como para dejarla en manos de los militares. Sucede lo mismo con el periodismo que no puede quedar sólo en manos de los periodistas. Su defensa va más allá del empleo decreciente que ofrece. Que la eliminación de las aduanas dejara sin empleo a los aduaneros es un argumento inválido para reclamar que se restablezcan desatendiendo las ventajas que la desaparición supusiera. Ni puede reclamarse la restauración de las aduanas en aras de asegurar el empleo de los aduaneros, ni detener el avance de las nuevas tecnologías para que haya más empleo periodístico. Aduaneros y periodistas habrán de cambiar de dedicación a menos que prueben su valor insustituible. La función del periodismo difiere de la de los aduaneros. a los primeros corresponde algo tan importante como evitar la erosión de las libertades, asegurar su vigencia, criticar de modo permanente a los poderes, verificar los hechos, luchar contra todas esas mistificaciones y basuras del trumpismo que vamos a rehusar y devolver al remitente como ya hemos advertido con toda dureza al Departamento de Estado.
Los medios de comunicación, querida Katharine, son de doble uso; los medios de comunicación pueden ser sembradores de paz, de convivencia, pero también de encono y de antagonismo. Los conflictos bélicos, por lo menos desde la guerra de Crimea, nunca se han desencadenado sin una preparación mediática adecuada y, desde luego, la guerra de Cuba, con los Estados Unidos, sólo se entiende a partir del análisis de esa preparación previa, ardiente, de aquella prensa amarilla de William Randolph Hearst y compañía. Tampoco los conflictos que hemos vivido muy recientemente en la antigua Yugoslavia se entienden sin tener en cuenta la actitud incitadora del odio y la discordia impulsada por determinada prensa, ni la guerra de hutus y tutsis sin la radio incandescente de las Mil Colinas. La prensa ha jugado muchas veces en el peor bando, en la creación, en el estímulo del enfrentamiento pero también en ocasiones ha sido sembradora de paz y buena voluntad.
Ayer (28 de junio de 2017) en el Congreso de los Diputados se celebró una sesión solemne para conmemorar el Cuarenta Aniversario de las primeras elecciones generales libres que sucedían en España después del 1936, celebradas el 15 de junio de 1977, entonces, los periódicos, la prensa, pero los periódicos especialmente, desempeñaron un papel de primerísimo valor. ¿Por qué?, porque se adelantaron, se hicieron intérpretes del anhelo de libertades que había y muchas veces lo hicieron con gran imaginación de manera que se cumplió aquel principio de que la naturaleza copia al arte. Hablábamos de partidos políticos que no existían, como dijo alguno de aquellos líderes “todo mi partido cabía en un taxi”, pero acabó habiendo partidos políticos, acabó habiendo libertades y a nadie se le preguntó cuáles habían sido sus compromisos anteriores para descalificarlo.
Hubo gran generosidad, por eso un compatriota tuyo, querida Katharine y muy admirado nuestro, Paul Preston, se preguntaba desalentado un día: ¿qué le esperaba a nuestro país?. Con con lo que la hemos querido a España, decía ahora sólo nos va dar elecciones cada cuatro años, ¡qué aburrimiento!. Era una cena en casa de un colega español historiador, Ángel Viñas. Y algunos de los que estábamos allí dijimos, Paul: queremos un país tan aburrido como el tuyo. Y los experimentos, las emociones fuertes, tendréis que ir a buscarlas a Eritrea.
Ahora sucede, permíteme que te lo diga, que hemos dejado de suscitar emociones, bueno, tal vez todavía algunas ahí en el Noreste podemos suscitar alguna pero hemos dejado de levantar pasiones. Parece que os hayamos transferido las emociones a vosotros que estáis dispuestos al despropósito del Brexit de la mano de la señora Theresa May desconcertando la frontera de Irlanda y abriendo preguntas en Escocia….
Bueno, os hemos transferido las emociones y hemos importado la flema, hemos importado la serenidad. Ya empezamos a importarla cuando la Transición porque lo que hicimos entonces fue el ejercicio de abandonar nuestros hábitos mediterráneos de enfrentamiento ardientes para adoptar la frialdad de los bálticos y comportarnos como ciudadanos fríos, razonadores, dialogadores, y eso hizo posible que llegáramos a donde estamos. De manera que investidos de esa frialdad analítica y ajenos a las pasiones encendidas, hemos exportado emociones e importado flema.
Termino diciéndote que hemos admirado mucho tu trabajo y que hubo un punto que nos llevó especialmente a fijarnos en ti, que fue ese texto maravilloso que publicamos en el periódico “Ahora” del que está aquí recogido su titular: “Cómo la tecnología altera la verdad”. Porque en este momento de desconcierto con la digitalización de todo, saber que nada es igual según el punto, el momento, la tecnología con la que se cuente es muy importante. La mecánica cuántica ya señaló que ninguna magnitud queda inalterada cuando se la mide. También el periodismo cuando toma el pulso a la sociedad lo altera. Nada es igual después de haberse publicado o difundido como noticia. Los hechos quedan alterados por su difusión. Espero que transitarás conmigo por esa senda de la mecánica cuántica y sé que compartes la convicción de que la riqueza de las naciones muchas veces es empobrecedora para la sociedad, que la instalación del “todo gratis” es demoledora, porque como se ha explicado muy bien «si no pagas por algo, no eres el cliente, sino el producto que se vende».
Los periódicos europeos son una aventura enaltecedora que requieren una entrega muy fuerte y la habilitación de un circuito distinto del que ha empobrecido tantas sociedades donde todo ha quedado reducido al mero afán de lucro, sin que haya ningún otro sistema de prestigio que el dinero que se acumula. Por ahí no hay más salida que el “discurso de la servidumbre voluntaria” de Etienne de la Boetie.
Nosotros proclamamos aquí de nuevo que valió la pena la aventura del periódico Madrid, que está dedicando sus esfuerzos a través de la Fundación, a poner de relieve, a los mejores periodistas, los que van por la senda de la crítica, de la verdad, de acabar con esa inundación de informaciones tóxicas y empezar a suministrar el agua potable de las noticias depuradas.
De la confusión, querida Katharine, al esclarecimiento y tú eres la prueba. Muchas gracias.
Miguel Ángel Aguilar