Muchas gracias Fundación Diario Madrid, enhorabuena Masha, enhorabuena Soledad por tu maravillosa “laudatio”, enhorabuena a todos por la organización de este acto.
Creo que como Alcaldesa de Madrid me he sentido absolutamente motivada a estar hoy en esta Fundación, a estar hoy con todos ustedes.
La Fundación del Diario Madrid está, como no podía ser menos, en Madrid, en nuestra capital y Madrid es una capital que siempre va a revindicar la libertad de expresión. Un día, en los Debates del Pleno y en el Debate sobre al que a continuación me voy a referir, yo dije con claridad: la libertad de expresión es el oxígeno, es el aire de la Democracia, yo creo que así es.
Meses atrás, antes de la inauguración de la Exposición Arco, se nos comunicó que había habido una censura de una obra de arte, yo tenía que acudir a la inauguración de la Exposición Arco y tomé la decisión de no ir porque entendí que debía proteger la libertad de expresión de esta ciudad, debía proteger la libertad de Madrid, la libertad de creación, la libertad de manifestación, la libertad de expresión, y así lo dije y así insisto. Es imprescindible, Madrid necesita esta ciudad, esta ciudad llena de vida necesita como cualquier democracia la libertad de expresión.
Pero me gustaría, si puedo, aportar aquí, a este debate con estos queridos vecinos y con estos queridos e ilustrísimos huéspedes, algo sobre la democracia y la palabra, porque, si efectivamente la libertad de expresión es el oxígeno en la democracia, cómo no vamos a cuidar con un mimo especial la palabra. Estamos viviendo unos momentos en el que en cierta medida -se refería Miguel Ángel Aguilar- en el que por una u otras razones y desde uno y otros lados del diálogo político estamos agrediéndonos con las palabras. Las palabras pueden acabar convirtiéndose en unas armas absolutamente destructivas. No empleamos la palabra para entendernos, empleamos la palabra para herirnos, para enfrentarnos. El discurso político se ha convertido en una especie de aquelarre de haber quién dice la mayor barbaridad, a ver quién puede acusar al otro de mentir, a ver quién puede acusar al otro de prevaricar, de insultar, de zaherir. Estamos pervirtiendo el uso de la palabra. Si nosotros no cuidamos la palabra, si no la utilizamos para el diálogo perderemos la ocasión de beneficiarnos de este oxígeno imprescindible que es la libertad de expresión.
He oído mencionar al New Yorker y, no sé por qué, al oír hablar de Nueva York y de New Yorker me he puesto a pensar en un amigo mío que ha escrito mucho en New Yorker que quizá no sea muy conocido y que se llama Lawrence Weschler, importante, escribió en el filo de la decisión de Estados Unidos de declarar la guerra a Afganistán y que en las Cámaras había habido un único voto en contra de la guerra y decía Weschler: la discrepancia es necesaria porque cuando los temas son complejos, la unanimidad no es una buena alternativa, porque siempre hay matices, siempre hay particularidades del hecho concreto, ojo con la unanimidad. En democracia necesitamos la divergencia, tenemos que tener miedo a las unanimidades, pero si al hablar convertimos y hacemos que la palabra no coincidente acabe siendo algo a expulsar, algo a abatir, algo a destrozar, estamos rompiendo la posibilidad de entendernos.
Recordaba en estos momentos que en los años del franquismo, en una discusión eterna de las que teníamos entonces tantos y tantos de los que con nuestra paciencia y nuestra ciencia hicimos posible que España, que Madrid, recuperara la libertad y la democracia, recordaba unos versos que escribí a vuelo pluma y que no sé muy bien si ahora voy a ser capaz de repetirlos o no pero decían así como que: en aquellos tiempos difíciles, en esos tiempos difíciles, abdico de mis matices y me sumo a una mayoría que no siendo mía, la considero necesaria. Vivimos unos momentos, aquellos, aquellos en los que había que luchar contra la dictadura en el que entendíamos que no cabían los matices porque teníamos que buscar las mayorías, pero ahora, ahora que disfrutamos la democracia, por favor, queridos vecinos, queridos huéspedes ilustres, querida Fundación del Diario Madrid, cuidemos las palabras, que las palabras valgan para entendernos no para zaherirnos, no para hacernos distintos, que no caigamos en esa cosa tan horrible que es convertir al que no piensa como yo en un enemigo. Que no caigamos en el error a lo que nos está llevando esta manera de no cuidar nuestras expresiones verbales, hacer de la política una actividad odiosa y que además se cacarea por medio de formas y fusión que la engrandecen y hacen todavía su error mucho más vulnerable.
Hace pocos días vinieron unos niños al Ayuntamiento de Madrid -hacemos todo lo posible por trabajar mucho con los niños, en Madrid viven trescientos mil niños y yo los tengo muy presentes, me encanta contar con ellos y no puedo por menos contarles una anécdota preciosa de la semana pasada: yo viajo normalmente en el metro e iba sentada leyendo y la verdad es que me había dormido e iba un poco más tarde de lo normal y por eso había más niños en el metro porque cuando yo voy que son las siete no hay casi niños y entonces eran las ocho y media, y había alguno, pero pocos niños en el metro, pero la verdad es que se me puso a mi lado un chiquitín, me tocó así, muy suavemente el hombro y me dijo: sé cómo te llamas, eres Manuela, la alcaldesa!! Creo que es muy importante que nosotros pensemos en nuestros niños y por eso desde el Ayuntamiento hacemos muchas actividades con los niños.
Está aquí con nosotros Paloma Flores, una colaboradora extraordinaria que organizó una cosa muy divertida, era un desayuno saludable entre los niños, vinieron niños de muchas escuelas diferentes y estuvieron en unas tiendas que les pusimos, comprando ahí lo que ellos creían que era saludable y después los llevamos al Pleno, al Pleno donde nos reunimos los políticos y entonces les dijimos que nos hicieran las preguntas que querían, sabéis lo que más me impactó? y con lo que quiero cerrar este pequeño exhorto y que me habéis permitido que os haga para que reflexionemos sobre cómo cambiar el diálogo político, cómo cambiar la política, cómo volver hacer política y el diálogo de la comunicación respetable, honesto, importante, pues un niño levantó la mano y preguntó: ¿por qué los políticos mienten?. Nada más. Muchas gracias.