Estimadas damas y caballeros, miembros de la mesa presidencial, muchísimas gracias por su presencia y, sobre todo, estimada premiada, directora de The Guardian Katharine Viner – enhorabuena por este premio tan merecido y bienvenida a Madrid – capital mundial, estos días, del Orgullo Gay.
Cuando la Fundación me pidió que dijera unas palabras de presentación, la verdad es que acepté con muchísimo gusto, y no sólo porque la Fundación había acertado a la hora de elegir una premiada tan excelente. Últimamente los periodistas e historiadores británicos afincados en España estamos muy solicitados. Se nos llama todas las semanas para dar conferencias o para acudir a las tertulias, pero casi siempre para hablar sobre el mismo tema – el maldito Brexit. Y allí lo primero que se constata es que nosotros, los británicos, nos hemos convertido – por lo menos en los ojos de los demás – en los frikis de Europa.
Así que este premio a Katharine Viner es, también, una oportunidad para recordarles que no todos somos así – que hubo un 48% de británicos que no queríamos para nada este divorcio tan doloroso y que muchos de nosotros, y periódicos como The Guardian, seguimos sintiéndonos tan europeos como antes.
Para los que no me conocen, yo fui corresponsal de The Guardian en Madrid durante 12 años antes de atender las peticiones de mi editorial y dedicarme como primera ocupación a escribir libros sobre la historia de España.
La verdad es que es muy difícil dejar un periódico como The Guardian, no sólo por la calidad de lo que hace y publica, sino porque también siempre ha tenido algo de familia. Una vez que has formado parte a ella, nunca te puedes ir del todo, así que sigo escribiendo opinión, análisis y reportajes largos para esa sección de lujo llamado Long Reads.
Esto lo cuento porque he sido testigo durante los últimos 17 años de una transformación casi milagrosa. Cuando yo entré por primera vez en la redacción allá por el año 2000, The Guardian era el undécimo periódico del Reino Unido en el ranking de ventas, un periódico serio y respetado, un referente intelectual y político para la izquierda, con ventas diarias de unos 400,000 ejemplares, pero con poca influencia o huella fuera del Reino Unido.
Hoy día, como ustedes saben, The Guardian es un gigante mundial en internet, con redacciones y ediciones digitales en Estados Unidos y Australia y una página web que funciona las 24 horas del día. En lo digital sus rivales más directos, hoy en día, ya no son los periódicos británicos, sino The New York Times y, desde que ha vuelto a hacer las cosas bien, el Washington Post. Y creo que la gran mayoría de los periodistas aquí presentes estarán de acuerdo si digo que, asimismo, ha pasado a ser uno de los principales referentes mundiales en cuanto a cómo moverse por este mundo tan ilusionante, cambiante y difícil, que es el mundo digital. Y añadir, en cuanto a España –y como prueba de que Europa todavía importa en The Guardian– que con Sam Jones, el actual corresponsal, seremos –junto con el Financial Times- casi el único diario anglo-sajón o Europeo con un corresponsal de plantilla en Madrid.
Esto se ha conseguido gracias en gran parte al liderazgo de los últimos años, y no hay nadie que haya trabajado en tantas frentes –como directora de las ediciones digitales de Australia y Estados Unidos, y ahora como directora global– como Katharine Viner.
Los que somos de la familia estamos muy orgullosos de nuestra directora y esperamos que, como los anteriores, nos dure por lo menos dos décadas. Estoy personalmente muy contento de verla aquí, recibiendo este premio tan merecido – así que, una vez más, Katharine Viner – bienvenida a Madrid, es un orgullo tenerte aquí.