Es un gran honor para mí participar en esta ceremonia de entrega del Premio de Periodismo Diario Madrid, un galardón que nos recuerda la importancia de la lucha por la libertad de la prensa.
Yo soy española y americana, catedrática de Williams College en Estados Unidos y escritora. Mis biografías sobre Jorge Semprún y Constancia de la Mora pueden darles una idea de mi interés por las personas valientes que van a contracorriente, y en este sentido Masha Gessen encaja a la perfección. Periodista, escritora, activista, y traductora rusa-americana, la premiada y yo pertenecemos a la misma generación, y compartimos esa doble pertenencia a dos países y culturas. Yo he estudiado el fascismo y el exilio, y pasé parte de mi infancia a las afueras de Boston, con una madre española, no lejos de donde Gessen y su familia rusa vivían. Hay un territorio común de interculturalidad y una época política compartida que podríamos desentrañar, pero este no es el momento. Solo quiero apuntar que, aparte de la enorme admiración intelectual que tengo por su trabajo, siento también una afinidad personal.
Así que vayamos al grano. Masha Gessen ha reinventado y está reinventando en la actualidad la escritura de no ficción, el ensayo político y el periodismo. Gessen es una figura que respira libertad y verdad. Como mujer rusa, americana, con nacionalidad doble, judía, activista lgbt, doblemente exiliada, cabría pensar que Gessen no lo ha tenido fácil, pero quizás es precisamente por todas estas circunstancias por lo que tiene una pluma tan poderosa, valiente y clara. Su trabajo tiene una amplia relevancia internacional, pero su singular punto de vista y su voz tienen un peso trascendental en el panorama político actual de los Estados Unidos.
Es un momento complicado para la relación entre la prensa, la política y el pueblo norteamericano. Hay algunos que están contentos con que Donald Trump sea presidente, y de hecho le votaron, pero también muchos otros que están petrificados, decepcionados y confusos por su victoria, y que 15 meses después de su llegada a la Casa Blanca aún se preguntan cómo ha ocurrido. Los principales medios de comunicación a menudo caen en la trampa de resumir y reflejar las últimas actividades del presidente sin indagar.
Nuestra terapia general nacional en EE UU cuando las cosas en política van mal, son los programas humorísticos de la tele. La comedia puede ser un bálsamo, pero en el contexto actual, parece que el género se ha quedado corto. Gessen habló sobre esto hace poco en un artículo en la revista The New Yorker. Este artículo, inspirado por el último White House Correspondents Dinner, es uno de los mejores que he leído porque abarca el meollo del clima actual.
La correspondents dinner es una gala, que presenta cada año, desde hace 103 años, un o una humorista, que carga contra el presidente de turno en un monólogo, de tono satírico pero ameno, con el que se supone se fortalecen y sanean las relaciones entre los políticos, la prensa y el público que lo ve por televisión. Rompiendo con las normas, Trump no ha asistido a ninguna de las dos cenas que le han tocado, ni en el 2017, ni en el 2018.
Este año la humorista invitada fue la joven, divertida y descarada Michelle Wolf. Su monólogo dejó a los asistentes a la cena boquiabiertos: Wolf no sólo criticó al presidente ausente, sino que también atacó a los oportunistas medios de comunicación que sacan tajada de sus tuits y disparates. Hubo pocas carcajadas. A la mañana siguiente, los medios criticaron a Wolf con dureza, y los periodistas responsables de organizar la gala y de invitarla la dejaron a los pies de los caballos al emitir un comunicado de prensa pidiendo perdón por el comportamiento de la humorista. Tras ser sus anfitriones, se la cargaron públicamente.
Entre los que salieron en defensa de Wolf destacó la poderosa voz de Masha Gessen, que defendía con fiereza e inteligencia a la cómica, y dijo que su monólogo había sido el más consecuente desde que Trump es presidente. Michelle Wolf había sabido subvertir el “status quo” humorístico para destapar la hipocresía que se vive hoy en Estados Unidos. La solidaridad expresada por Gessen hacia Michelle Wolf me parece muy importante, y coherente con el espíritu de este premio de la Fundación Diario Madrid. Es una proclama a favor de la libertad de prensa y expresión.
Tenemos mucho que aprender de Masha Gessen. Leerla es una llamada de atención que nos hace replantearnos las cosas que damos por hecho y el lenguaje que usamos para hablar del mundo. ¿Qué diferencia hay entre un estado totalitario y un gobierno mafioso? Lean su trabajo, lo explica muy claramente. Por si nos despistamos, ella nos recuerda que la democracia no llega a los países por defecto. Todo lo contrario, la democracia es delicada, y tiene que ser constantemente vigilada, cuestionada, y protegida. Gessen también nos dice que las “elecciones” no existen de igual manera en todas partes, y que la “opinión pública” es un lujo al que no todos los países tienen acceso. Y, por cierto, Putin no le entregó la presidencia de EE UU a Trump. Gessen es muy clara a este respecto: los norteamericanos votaron a Trump. Su victoria fue una sorpresa para Putin, y no pequeña, ya que Putin no concibe resultados inesperados.
La biografía de Gessen está moldeada por los meandros del exilio político y cultural que ha vivido. Nació en Moscú en 1967 y su familia se mudó a los Estados Unidos en 1981. Creció en los suburbios de Boston, en la comunidad de Intelectuales rusos, judíos, exiliados, a la que pertenecían sus padres, y por ello mantuvo estrechos lazos con el idioma y la identidad rusa. Estudió arquitectura en dos centros sumamente competitivos: The Rhode Island School of Design en Providence, y Cooper Union en Nueva York.
En 1991, con 23 años, tras la perestroika y la glasnost Masha Gessen volvió a Rusia, donde se quedó hasta el 2013, es decir 32 largos años. Durante este largo periodo de su vida, vivió abiertamente como una mujer gay, formó su propia familia, se abrió camino en los mundos de activismo político, social y cultural, y se convirtió en activista en la lucha por los derechos LGBT. Trabajó como redactora-jefe de la revista de ciencias Vokrug Sveta. Al negarse a sacar un publi-reportaje sobre Putin, fue despedida de su cargo. Aunque al final Putin volvió a ofrecérselo, el enfrentamiento directo había puesto a Gessen y a su familia en peligro, y volvieron a Estados Unidos por miedo a que le quitaran a uno de sus hijos adoptivos.
Gessen ha criticado abiertamente a Putin desde su toma de posesión en el 2001. Desde entonces y hasta ahora, ha publicado montones de artículos sobre la política rusa y la norteamericana, en los medios norteamericanos más importantes: The New York Times, The New Yorker, Vanity Fair, The New York Review of Books, The Washington Post, The Los Angeles Times, The New Republic, New Statesman, Granta, Slate, Harper’s Magazine, and U.S. News & World Report. Por otra parte, es la traductora para la mejor serie que jamás se ha visto en televisión: The Americans, ambientada en Washington al final de la Guerra fría, y protagonizada por una pareja de espías rusos infiltrados que parecen tener una inocente agencia de viajes, y que son tan “americanos” que ni sus hijos sospechan que puedan ser rusos. ¿Quién mejor que Gessen para manejar esta serie fascinante, bicultural y bilingüe?
Masha Gessen ha publicado varios libros importantísimos de los que hablaré brevemente: “Ester and Ruzya: How My Grandmothers’ Survived Hitler’s War and Stalin’s Peace” (Dial Press: 2004), y “Blood Matters: From Inherited Illnesses to Designer Babies” (Harcourt, 2008), que cuenta sus experiencias en el mundo de la medicina tras descubrir que tenía la mutación genética BRCA1, que predispone a las mujeres al cáncer de mama y de ovarios. Este libro es una exploración indispensable de la salud de la mujer; un tema aún marginal, sobre todo cuando se trata de la salud reproductiva. Y fue a través de su innovador libro sobre el grupo de rock femenino ruso “Pussy Riot– Words Will Break Cement: the Passion of Pussy Riot” (Riverhead, 2014) descubrí a Gessen por primera vez en el 2014. En 2017 recibió el National Book Award for Nonfiction por su libro “The Future is History: How Totalitarianism Reclaimed Russia” (Riverhead). “El futuro es historia: Rusia y el regreso del totalitarismo” (Turner)—el libro que Bill Clinton tiene en su mesilla de noche ahora mismo, según su última entrevista. En marzo del 2018 publicó “Never Remember: Searching for Stalin’s Gulags in Putin’s Russia” (Columbia Global Reports). “El hombre sin rostro: El sorprendente ascenso de Vladimir Putin” (Debate)
Esta primavera ha dado dos clases en Amherst College tras ser nombrada la John J. MCcloy Professor of American Institutions and International Diplomacy. Ha impartido un curso sobre 100 años de historia de Rusia vista por los americanos y otro sobre los medios de comunicación y las elecciones en el 2016.
Los periodistas norteamericanos tienen una larga tradición de investigar las debilidades de su democracia, pero el límite de esa capacidad crítica a veces se ve reducida por una crisis en la democracia misma. Hay hoy otros periodistas en los Estados Unidos que están haciendo un trabajo importante, no cabe duda, pero Masha Gessen es rusa y americana, y como tal ofrece un punto de vista original y una habilidad critica que no flaquea en función del contexto. Ella sigue en pie para advertirnos que cuando la democracia se derrumba, también se viene abajo su poder de autocrítica. Es un círculo vicioso y peligroso. Me recuerda un comentario de Octavio Paz, que dijo que los norteamericanos tenían mucha—quizás demasiada—seguridad en si mismos. Esta seguridad no impedía la autocrítica, pero la limitaba, porque eran demasiado respetuosos con sus valores como para tocar las raíces de los problemas. Ha llegado el momento de atacar las raíces.
No hemos llegado a esa época maravillosa, globalmente inclusiva, pacífica e igualitaria con la que quizás soñábamos hace años. El odio y la represión no han pasado de moda y en los Estados Unidos por lo menos quizás seamos menos introspectivos que nunca. Pero no por eso dejamos de estar todos implicados.
Masha Gessen, con su punto de vista internacional puede iluminar los contextos que estamos viviendo hoy, a veces controlados por esos poderes bipolares que parecen dominar nuestro mundo: Rusia y los Estados Unidos. Una periodista amiga mía, Jane Kramer, veterana reportera desde hace 50 años en la revista The New Yorker me comentó lo siguiente sobre la escritura de Gessen: “me encanta la claridad de su pensamiento, y la forma en la que no solo piensa sino en la que escribe: siempre da en el clavo y mucho más.”
Sabemos de los peligros reales y las amenazas a las que los periodistas rusos se enfrentan hoy. Masha Gessen vive sin bozal—visible o invisible—y es una presencia llena de emoción, energía, y valentía, justo lo que nos hace falta para luchar contra la apatía intelectual y las absurdamente denominadas “fake news”. Gessen es el antídoto.
Soledad Fox Maura