Conferencia de paz en Vietnam

Entre el drama y la esperanza

Diego Carcedo, presidente de la Asociación de Periodistas Europeos, habla en esta columna publicada en la edición conmemorativa del 50 aniversario de la orden de cierre al diario MADRID de sus recuerdos de la guerra de Vietnam

La imagen de la guerra del Vietnam, con más de tres millones de muertos, todavía mantiene viva la tradición bélica que caracterizó al siglo XX. El drama que propician la violencia y el horror, reflejado en esta fotografía, no cesa con el paso del tiempo en un mundo que necesita con urgencia regirse con nuevas ideas, nuevos principios y nuevas esperanzas puestas en paz,   la libertad y el progreso.

Como contraste, nada ilusiona más que la fotografía de un recién nacido, de un niño, que en este caso – excelente coincidencia – surge predestinado a representar el esfuerzo por conseguir todos estos objetivos. El príncipe Felipe, en los brazos de su madre, la todavía princesa Sofía, anticipaba una etapa nueva en la vida pública española sin exiliados, fusilamientos, políticos presos y periódicos bruscamente cerrados.

Vietnam es una pesadilla que recuerda el dolor de la violencia inútil y el fracaso de la fuerza utilizada de manera irracional en la búsqueda del poder y variados intereses. Han pasado cinco décadas y los Estados Unidos,  principal protagonista,  todavía no se ha rehecho de la memoria de su derrota ni la secuela del deterioro mental y físico sufrido por sus excombatientes.

La Guerra de Vietnam fue un triunfo para muchas ambiciones, un fracaso para la prepotencia de las armas y un fiasco para la inteligencia colectiva de la humanidad. Escenas como la que ilustra estas líneas generan pavor y, sin embargo, se repiten en otros lugares del mundo.

Por el contrario, la imagen entre pañales del actual rey de España se convierte en símbolo del cambio que ha tenido por escenario excepcional a nuestro país. España, que sufrió una guerra tan absurda y fratricida como la de Vietnam, que padeció más de cuatro décadas de opresión y un intervalo penoso de violencia terrorista, es actualmente un ejemplo que otros pises se resisten a imitar.

Felipe VI, lo representa con seriedad, respeto y dignidad. La Monarquía ha restablecido la estabilidad política, el respeto internacional y la ambición por liderar la modernidad. Los tiros en la sien, que simbolizan aquel trauma que fue la guerra de Vietnam, también empañaron algún tiempo la convivencia entre los españoles, pero afortunadamente ya han pasado a ser un triste recuerdo.

La democracia está consolidada y la pluralidad política abre con creces el abanico de ideas y opciones. España ya no es diferente ni aspira a volver por sus rutas imperiales. La prensa, que tanto padeció en el pasado – y este es el mejor testimonio — disfruta ahora de un amplio margen para cumplir las ansias de la gente por vivir bien informada. El rey Juan Carlos I y ahora su hijo Felipe VI, garantizan esta realidad.

No ocurre lo mismo en una buena parte del resto del mundo. Cincuenta años después, las fotografías terribles de Vietnam se reproducen en Afganistán y otros lugares. Las ambiciones y el fanatismo religioso que creíamos olvidado han resurgido con fuerza y la guerra, que se ha revelado consustancial con el hombre, continúa viva y matando en decenas de países. Son el ejemplo de que la historia no cura sus errores.

Diego Carcedo

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