Fue un crimen de lesa prensa. Y un error, porque mató el saludable efecto producido por la ley de Prensa e Imprenta de 1966, que tuvo a Fraga por autor intelectual y político. Esta ley acabó con la censura previa, lo que era abrir la puerta al periodismo de verdad, colonizado desde 1938 por el Gobierno y devolvió al empresario la facultad de nombrar al director de la publicación. A cambio, colocó el artículo dos, que ponía límites a la libertad tan inseguros como abstractos y genéricos; y dio al director un poder típico de representación del empresario para obligarle en todo lo concerniente al ejercicio de su cargo.
El cierre del Madrid fue el punto más negro de la referida ley. Ocurrió por resolución del ministerio de Información y Turismo de 25 de noviembre de 1971, cancelando su inscripción en el Registro de Empresas Periodísticas por irregularidades y omisiones de datos.
El diario Madrid lo fundó en 1939 el veterano periodista Juan Pujol. En 1966 lo vendió a FACES. Ésta nombró director a Antonio Fontán, que montó una esplendida redacción orientada inequívocamente al aperturismo. Entre los años 1967 y 1971 el diario sufrió nueve sanciones por distintas infracciones del artículo dos. Particular irritación produjeron al Gobierno dos artículos : “Retirarse a tiempo. No al general De Gaulle,” firmado por Rafael Calvo Serer, y “Derecho y vida real. Ni gobierno ni oposición”, sin firma. Estos textos, calificados de infracciones muy graves del artículo dos, fueron sancionados con sendas penas de dos meses de suspensión del periódico. Mientras la redacción aguzaba su ingenio para escribir entre líneas, en el consejo de administración de la empresa pugnaban dos tendencias políticas distintas, encabezadas por Calvo Serer y el financiero Valls Taberner, circunstancia que aprovecho el Gobierno para quitarse de encima el tábano vespertino.
El periódico dio la noticia en primera página de la que sería su última edición. En la misma página el director decía “Adios”. En la tercera página, Miguel Ángel Aguilar, Jaime Echegaray y José Luis Souto resumían los fundamentos de la resolución. Las demás páginas eran las de un día cualquiera. Ni lamentos ni acusaciones. El “adiós “ de Fontán recuerda por su serenidad la muerte de Sócrates. El último párrafo roza lo sublime.
Tras la muerte de Franco, la prensa hizo un esfuerzo titánico para ejercer su función en libertad y contribuyó a la Transición animando e iluminando los caminos. En poco tiempo situó alguno de sus periódicos entre los diez mejores del mundo.
¿Cómo está hoy la Prensa? Ya no hay periódicos del Estado, pero hay prensa estatal. No se ha dotado a RTVE, a la Agencia Efe y a las televisiones autonómicas de los correspondientes estatutos de autonomía que los defiendan del manejo gubernamental. Lo mejor sería que desaparecieran, como en Estados Unidos, para que la Prensa fuera un verdadero contrapoder emanado directamente de la sociedad ante los poderes del Estado. Pero aún, esta irreemplazable función queda en entredicho cuando las empresas periodísticas son controladas por poderes económicos y financieros con el objeto de favorecer sus intereses.
La revolución de Internet ha causado una nueva crisis de la Prensa: todos los medios, se afanan por asimilar las nuevas tecnologías y hallar un nuevo modelo económico. Es una situación que pone en peligro su independencia. Ítem más, las redes sociales, convertidas en mentideros, han dañado la función profesional mediadora entre el periodismo y la opinión pública. Al tiempo, la imprescindible publicidad ha entrado a saco en algunos medios haciéndose cantar por los propios periodistas que informan y critican. Esperemos que la necesidad no los obligue mucho tiempo a tragar ese sapo.
Pedro Crespo de Lara,
académico de número de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de España.