Lectores del diario MADRID

Notas para la historia

La historiadora Maricruz Seoane escribió esta editorial sobre los orígenes del diario MADRID en la edición conmemorativa que se publicó con motivo del 50 aniversario de la orden de cierre emitida por el régimen franquista por su falta de calor en el elogio

De los 18 diarios que se publicaban en Madrid el 17 de julio de 1936, sólo continuaron en la posguerra “ABC”, “Ya” e “Informaciones”. Pero en alguno de los talleres de los desaparecidos, incautados, se editaron nuevos diarios. La inmensa mayor parte de ellos pasaron a formar parte de la Prensa del Movimiento. En los locales incautados a la empresa de “El Sol” y “La Voz”, en este edificio de Larra (entonces número 8), se instaló “Arriba”.

Madrid fue un caso singular de un periódico nuevo, surgido de las ruinas de uno antiguo, que se concede a un particular, Juan Pujol, en premio a sus servicios a las causas de los vencedores. Los talleres incautados a la empresa del vespertino “Heraldo de Madrid” y el matutino “El Liberal”, en la calle de Marqués de Cubas, le fueron cedidos en alquiler, para ser la primera sede de Madrid, hasta que en 1947 se trasladó al hotelito de General Pardiñas de tan triste cuanto estruendoso final. Los bienes de “Heraldo” pasaron entonces a Falange, y el edificio posteriormente, al Banco de España.

Había nacido aquel diario en 1890 con la declarada intención de ser “liberal por los cuatro costados, muy literario y muy madrileño”. Fue, en efecto, muy liberal y muy madrileño, a través de sus múltiples vicisitudes empresariales. En la República fluctuó entre simpatías lerrouxistas y azañistas y tras el triunfo del Frente Popular estuvo inequívocamente a su lado.

Estaba pues el diario destinado irremisiblemente a la desaparición en 1939. José María Sánchez Silva relató, con ocasión del XXV aniversario de Arriba, aquella agitada jornada del 28 de marzo de 1939, en la que un grupo de entusiastas falangista, del que él formaba parte, recorría Madrid, de redacción en redacción, incautando periódicos. Bajo el vibrante relato del vencedor, no deja de transparentarse el conmovedor patetismo de la situación de los vencidos. Los reductores de “Heraldo de Madrid” habían puesto un cartel en el edificio que decía “incautado por FET y de las JONS”, a ver si colaba y evitaban así la verdadera incautación. Pero claro, no coló. Cuando entraron pistola en mano en el edificio, temiendo alguna imposible resistencia, se encontraron a todo el personal del periódico, sentado ante la larga mesa de la redacción, comiendo pacíficamente un plato de lentejas.

De “Heraldo de Madrid” hereda Madrid la maquinaria, y con ella ciertas características morfológicas. Hereda también parte del título, aunque aquel era conocido abreviadamente como “Heraldo”. El nombre de Madrid se puso, según decía Juan Pujol en su primer número como “título simbólico de la ansiada ocupación de la capital… símbolo evocador de estos duros años de dolor y de gloria”.

Madrid heredó también algo del espíritu de “Heraldo”. Obviamente no en el terreno político, pero si en el tono ágil, ligero, como correspondía a su carácter vespertino. Eso lo eximía, en la medida de lo posible, de excesivos discursos doctrinales en aquellos primeros años, pues como decía su director en 1944, frente a la formación política de los ciudadanos, que competía sobre todo a la prensa del Movimiento, “periódicos de empresa como Madrid pueden ejercer con predilección una amena educación de las costumbres”. Basta compararlo con la mayor parte de los otros periódicos para hacerle al Madrid la justicia de que fue en aquella inmediata posguerra, un periódico relativamente independiente y relativamente poco vengativo.

Maricruz Seoane

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