Reunión en el diario MADRID

Defendiendo las libertades

Editorial escrita por Miguel Ángel Aguilar con motivo de la edición conmemorativa del 50 aniversario de la orden de cierre al diario 'Madrid' por la falta de calor en el elogio al régimen

Se abre un espacio para la memoria democrática y la trayectoria del diario Madrid, desde 1966 hasta la Orden de cierre del 25 de noviembre de 1971, tiene reservado ahí un sitio indiscutible, ahora que se cumplen 50 años de aquella agresión a quienes trabajaban en el periódico defendiendo las libertades. Gratitud a la secretaría de Estado por su patrocinio y vayamos a los hechos. Nuestro interés entonces era presentar las realidades que incomodaban al régimen y favorecían a las fuerzas democráticas. Estamos hablando de cuando el deterioro físico del jefe del Estado empezaba a plantear de manera cada vez más acuciante el “después de Franco, ¿qué?”. Queríamos evitar que al general superlativo le sucediera el franquismo. Sin saberlo vivíamos inmersos en el periodo que pasaría a denominarse tardofranquismo.

Se percibían los primeros barruntos, los prolegómenos, de la Transición por la que acabaríamos luchando. Salvo honrosas excepciones, los medios de comunicación estaban encuadrados en la adhesión inquebrantable que salía a cuenta y estaba bien remunerada. Los desafectos practicaban con afán la ocultación y el disimulo, característicos de su antiperiodismo obligado de supervivencia. Por ejemplo, en la redacción del diario Madrid, cuando queríamos que llegara a publicarse una noticia desfavorable al régimen, procurábamos situarla de la manera más insignificante posible -en página par, por abajo, titulada a una columna- porque presentándola de forma irrelevante tenía mayores probabilidades de aparecer como era nuestro objetivo. Mientras que, titulándola con garra, por arriba, en página impar, nos arriesgábamos a que fuera descartada antes de llegar a la rotativa y si llegaba a imprimirse valiera la incoación de un expediente sancionador.

Otro proceder antiperiodístico era el de la renuncia a las exclusivas, que es una de las motivaciones más estimulantes para los profesionales. Porque ofrecer en exclusiva una noticia, de esas que pudieran mermar el prestigio del régimen o ser percibida como portadora de ideas perniciosas para los intelectualmente débiles, nos hacía incurrir en un riesgo multiplicado. En aras de disminuirlo buscábamos pues que otros diarios la compartieran en estricta simultaneidad porque ese acompañamiento atenuaba la peligrosidad. Recurríamos a la agencia Europa Press e intentábamos convencer a su director, Antonio Herrero Losada, para que difundiera la noticia porque el riesgo de sanciones era inversamente proporcional número de publicaciones que la hubieran insertado en sus páginas.

Sintiéndonos en la cuerda floja, constituimos el 14 de agosto de 1971 la Sociedad de Redactores, comparecimos en la Asociación de la Prensa, respaldamos a Fontán a quien querían remover. El cierre estaba cantado y cuando llegó en forma de Orden fuimos solidarios con la empresa agredida para menoscabo de nuestros legítimos intereses y merma de nuestras indemnizaciones. Así aceptamos abogados del mismo despacho de Antonio García Trevijano que defendía a la editora y nos fueron asignadas compensaciones casi simbólicas, en contraste con las minutas millonarias de los letrados abogado y las facturas del Hotel Lôtti en la rue du Castiglione de París. Nos sentíamos comprometidos con la causa de las libertades y siempre dijimos que, si alguna vez llegaba la hora de las reparaciones, nadie podría excluirnos de ellas.

Pero, mientras de un lado, los redactores y trabajadores pretendíamos que nuestros derechos, tan limpiamente ganados, nos fueran reconocidos; de otro, Rafael Calvo Serer se resistía a cumplir lo prometido. Prefería cualquier compañía a la de quienes habían sostenido mayor riesgo y fatiga la posición. Por ahí vino el desfile de Víctor Salmador, José Luis Balbín, José María Calviño, Emilio Romero, Pachi Bermeosolo, Juan Pablo de Villanueva, José María Calvo, Óscar Bernat y toda suerte de adláteres. Al fin la indemnización por el cierre del diario Madrid, cifrada en 580 millones de pesetas, se consiguió por la vía estrictamente judicial mediante sentencia del Tribunal Supremo de abril de 1985. Mientras, Calvo Serer seguía prescindiendo de «quienes trabajaron el diario MADRID defendiendo las libertades». Además, permanecía enfrentado a Luis Valls Taberner, había perdido a los valedores del acuerdo alcanzado con el PSOE y estaba peleado con su nuevo abogado, Ramón País, quien se hizo pagar otra minuta millonaria, mientras a los verdaderos damnificados se les negaba todo.  En su testamento Calvo Serer, que muere el 19 de abril de 1988, excluye a Fontán, a la Sociedad de Redactores y a la Asociación de Trabajadores del diario Madrid, es decir, prescinde de quienes hicieron el Madrid y padecieron las consecuencias de la Orden de cierre.

En junio de 1989, fue clave el expediente de jurisdicción voluntaria que instamos ante el jugado 51 de Madrid de la mano de la abogada Lourdes Menéndez para resolver el empate entre los albaceas en el gobierno de la Fundación y hacer que se perfilara la pacificación que Fontán exigía como condición previa a reaparición como presidente de la Fundación diario Madrid. Pero reconozcamos que fue Luis Valls Taberner quien en abril de 1991 quiso entregarnos las acciones suyas y de sus amigos. Para recibir esa donación nosotros constituimos una “Asociación del diario Madrid”, abierta a todos los trabajadores de talleres, administración y redacción. Su constitución se firmó el 28 de febrero de 1991 ante el notario José Luis Martínez Gil, el mismo que otorgó la escritura de la Sociedad de Redactores. Todavía emociona leer en la declaración fundacional el compromiso irrevocable de que ninguno de nosotros patrimonializaría en su favor los sacrificios de los compañeros. Al final, logramos eliminar a los albaceas que se habían transmutado en propietarios asignándose generosos sueldos y negociamos el porcentaje que de las acciones procedentes de Rafael Calvo pudieran correspondernos.

La exposición y el catálogo de 2001 junto al Plan de Acción trazado cuando se cumplían 30 años del cierre y los compromisos sellados el 6 de junio del año anterior en el homenaje a Fontán en el Palacio del Senado al ser designado por el Instituto Internacional de Prensa como uno de los ”50 Héroes de la libertad de prensa» en el mundo. Resultaba ser el único español de esa nómina en la que figuraba precisamente por su labor como director del diario Madrid. En verdad aquella del diario Madrid fue una ocasión límite, iluminadora sobre la condición humana, bien definida por los versos de Agustín García Calvo: “Enorgullécete de tu fracaso / que sugiere lo limpio de tu empresa/”.

Supimos que era imposible hacer un periódico de oposición y que La Orden de cierre al diario Madrid sobrevino “por falta de calor en el elogio a Franco”. Lo admirable es que en aquel momento la plantilla de redactores y trabajadores del Madrid desafiara la ley de la gravitación laboral y decidiera que más valía el paro con honra que la continuidad en el empleo con vilipendio. Pasado el tiempo, la perspectiva adquirida confirma que valió la pena semejante proceder. Hemos guardado y honrado la memoria de ese proceder que sigue siendo un estímulo para sacar de los periodistas de ahora lo mejor.

El compromiso con las libertades y el diario Madrid valió la pena. La fundación constituida bajo su nombre nos convoca ahora a cumplir una tarea en los campos publicísticos, editoriales, educativos y profesionales relacionados con el periodismo. Se trata de impulsar la recuperación de los valores morales de la profesión periodística y de activar la vertiente de servicio público y de compromiso democrático de los medios de comunicación. Estudios, trabajos de investigación, aproximación anticipativa a los nuevos medios, becas, premios para tesis doctorales, cursos de tercer ciclo impartidos mediante acuerdos con Universidades, seminarios y coloquios para la reflexión en torno a las tareas periodísticas, definición de sistemas de auditorías lingüísticas, combate a la desinformación y a las agresiones perpetradas desde el anonimato.

Sirva esta galopada –«caballos que no necesitan pienso, se alimentan del ruido de su galope escribe Elías Canetti en “La provincia del hombre”-, para alentar los nuevos proyectos que vamos a emprender. ¡Compañeros, estamos empezando!

Miguel Ángel Aguilar

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