… Mejor pensar, por Francesc de Carreras

Discurso de agradecimiento de Francesc de Carreras al recoger el XVII Premio de Periodismo 'Diario MADRID'

Francesc de Carreras

Gracias por venir y, ante todo, gracias al Jurado que me ha dado este premio. Los jurados -yo diría que con frecuencia- se equivocan y no se ha escapado a esta regla. Cuando vi la lista de los que me habían antecedido -inmediatamente o ya hace un tiempo-, pensé: “¿Y tú que haces aquí? En todo caso, después de tantos años de vida -no me gusta decir aquello de al final de la vida-, pero, en todo caso, sí seguro de tantos años de vida, que alguien tenga la ocurrencia de decir que mereces un premio es muy de agradecer. Muy especialmente quiero dar las gracias a Miguel Ángel Aguilar y a José- Vicente de Juan por todas las atenciones y por todo el montaje de este Premio.

También, -y esto no estaba previsto hace veinticuatro horas-, no quiero dejar de recordar a José Oneto, a Pepe Oneto. Recordarlo, porque, aunque no le había conocido mucho, desde hace muchísimo tiempo había leído sus artículos, mucho más quizá de lo que se podría pensar. ¿Por qué? Porque Pepe Oneto escribió en los años 70 seguro, quizá también en los 60, al tiempo de que empezara el cambio en Madrid. Escribió en La Vanguardia, escritos relativamente cortos, pero incisivos, que denotaban un dominio de la política española que no era frecuente encontrar en La Vanguardia, era algo excepcional. Recuerdo que -yo ya estaba metido en estas cosas de periodismo- a Horacio Sáenz Guerrero, el director entonces de La Vanguardia, le dije: “Este José Oneto…”. Y dijo: “Como ves yo descubro a los jóvenes que son buenos periodistas”. Efectivamente eran artículos excepcionales, de análisis político de verdad. Por tanto, también puedo considerar que aprendí de José Oneto en el análisis político y en la forma de hacer columnas, porque realmente eran columnas.

Tengo especial satisfacción porque el premio se llama Premio de Periodismo Diario Madrid, y esto, primero nos recuerda -a los que ya tenemos muchos años de vida- lo que fue, lo que significó el Diario Madrid a finales de los 60 y hasta que fue eliminado. Porque no podía mantenerse un foco de libertad en un sistema que no lo era. El Diario Madrid, junto con algunos otros periódicos -pocos-, revistas algunas, fue muy importante. Aprovechó la Ley de Prensa que se aprobó y que entró en vigor en el año 1966. Y empezó a verse a partir de entonces que la Ley de Prensa no daba libertad de información y de opinión, pero sí que mostró que en España la opinión no era una, sino que había muy diversas opiniones y que algunas de ellas se expresaban en el Diario Madrid -que, en principio, era un diario con unos directores y unos propietarios muy moderados, pero liberales-. Dejaban exponer las corrientes que había, mucho más allá de lo que era pensable. Creo que los españoles en estos años vieron que, más allá de lo que hasta entonces se daba como oficial y como obligatorio, había modos de pensar muy distintos, de personas que cuando las conocían, cuando veían entrevistas con ellos, en televisión, cuando les habían tenido de profesores, veían que eran gente normal y estupenda y sin embargo tenían estas ideas. Ideas que deben estar en todo sistema democrático. El Diario Madrid significó mucho para mucha gente. Recuerdo el derribo del edificio que  fue como un suicidio, una imagen del suicidio del régimen. ¿Vd. quiere suicidarse? Pues haga esto con el Diario Madrid y verá que dura muy poco y viene la democracia. Así fue.

El Diario Madrid, tiene un nombre que es Madrid, la ciudad, esta ciudad fantástica, estupenda, que es la mía. En la cual no nací, pero en la que me encuentro enormemente a gusto, entre otras cosas, por tantos amigos que tengo aquí y fuera de aquí.

Se llama “diario”, y un diario evoca democracia, libertad de prensa y literatura, a un género específico, que puede ser la crónica, el artículo, que es la información, la narración, que es todo. La crítica de libros, de cine, el teatro, etcétera. Por tanto, la Fundación Diario Madrid es una institución que merece todo el respeto y que, además, este ámbito físico, esta sala, ha vivido muchos debates y discusiones de gran interés.

A lo largo de la vida, básicamente, he sido dos cosas, he estado a punto de decir básicamente una, pero bien pensado, son básicamente dos: catedrático en la universidad de Derecho Constitucional -esto para mí ha sido fundamental- y he escrito siempre en los periódicos. No se piensen que lo de escribir en periódicos me viene de los últimos veinte años. Cuando acabé la carrera de Derecho me pasaba una cosa -un poco trágica en aquel momento- que no me gustó el Derecho que se enseñaba. Después he aprendido, no sólo Derecho Constitucional sino muchos otros. No sé casi nada de Derecho Mercantil, ni ejerzo como un mercader, dijéramos, por tanto, ni siquiera tengo la práctica. Pero no me gustaba el derecho. Entonces mi padre, que era abogado, me dijo: “¿Nen què vols fer?” ”¿Qué quiero hacer?” Pues no ejercer de abogado, no estar en tu despacho, sino en una editorial que es lo más fácil -entonces tenía una editorial en la que podía entrar-, o un periódico y, en último término, ¿qué es lo que me gustaría más? ser profesor de universidad, aunque esto es muy difícil. No ser profesor en aquel momento, en mi idea, exactamente de Derecho, sino de Derecho Político, que era una visión no jurídica, dijéramos, de lo que es el Derecho. Mi padre dijo que estupendo. Yo estaba a punto de entrar en una editorial, cosa que hice.

Después surgió una ocasión única para mí -lo ha recordado Rosa-, entrar en la revista Destino. La revista Destino en Cataluña -creo que en el resto de España se leía menos, aunque aquí llegaba- en Cataluña estaba en todas las casas, clase media, burguesía media más o menos ilustrada. Ahí estaba Destino. Seguía el Premio Nadal cada año como un acontecimiento y ahí escribía cada semana Josep Pla, escribía también Delibes. Después escribió Umbral en los 70, Camilo José Cela, etcétera. Era una revista de un cierto tipo de catalán culto, lector, que en su casa había libros y que leía Destino. Considero que entrar allí para mí, fue una enorme suerte. Se lo debo a mi maestro en la universidad, Manuel Jiménez de Parga, que me escribió una carta cuando estaba en mis últimos días en el servicio militar. Me dijo: “En la revista Destino -él acababa de empezar- tienen que cubrir la plaza de secretario de redacción o de jefe de redacción y les he dicho que tú podrías hacerlo”. Nos conocíamos él como profesor y yo como alumno. Estuve allí dos años y medio. En ese tiempo aprendí mucho, no sólo periodismo. Por ejemplo, recuerdo el periodismo en el sentido más estricto de escribir. Cuando murió Robert Kennedy, me llamaron diciendo que cerrábamos al día siguiente a las siete de la mañana y esto eran las 10 de la noche, y que en una hora tenía que escribir un artículo sobre Robert Kennedy. Ahí aprendí a escribir rápido. Cuando un periodista escribe rápido -como decía Clau Claus, Carl Claus el austríaco-, escribe mejor. Escribimos bien cuando escribimos rápido.

Allí aprendí periodismo. Conocí a muchísima gente, hice entrevistas. Era secretario de redacción -parece un poco petulante decir esto-, o jefe de redacción, incluso. Pero es que allí no había redacción, o sea, era secretario o jefe de nada, no había nadie en la redacción. Los colaboradores llevaban allí los artículos y allí teníamos que compaginarlos. Estábamos un compaginador y yo; el director Nestor Luján y Josep Vergés el dueño, que era más director, más compaginador, más secretario de redacción que nadie porque lo que le gustaba era hacer eso, aunque era el dueño. Allí aprendí mucho, era gente muy civilizada, culta, con sentido del humor, con sentido de la ironía, eran buena gente. Fui muy amigo de Nestor Luján, en esos dos años, tres o cuatro horas al día, tres o cuatro días a la semana, cenábamos juntos, comíamos. Creo que esos años fueron los que me han marcado como articulista. Hubo allí tres personas importantes para mí. En primer lugar, el que por el cual entré allí, mi antiguo catedrático Manuel Jiménez de Parga. Tenía una sección que duró poco porque el ministro Fraga se la hizo cerrar, se llamaba “Noticias con acento”, eran tres notas semanales que encontraban la manera de darle la vuelta a lo que se decía oficialmente y compararlo con lo que sucedía en otros países, con lo que decían los tratados internacionales, para ridiculizarlo, sin que se les pudiera multar fácilmente. Las multas llegaron al Diario Madrid, llegaron a Destino, que fue cerrado durante dos años. El estilo de Jiménez de Parga en aquellos años era espléndido.

En segundo lugar, Nestor Luján. Era la brillantez y la rapidez. Los miércoles tenía que hacer su artículo, lo entregaba por la mañana el último, ya todos lo habíamos entregado, ya solo quedaba él. Decía: “Estoy desesperado, no sé qué escribir”. Dejaban que se quejara un poco, y al cabo de diez minutos ya estaba hecho. Era la brillantez y la cultura. Nestor Luján era un hombre culto y sobre todo sabía mucha historia.

Después, el autor literario que más he leído en la vida que es Josep Pla. Al que he leído sobre todo en catalán y que en Destino publicaba semanalmente. Tiene una manera directa, irónica y penetrante de decir las cosas, que yo he intentado siempre imitar, sin alcanzarlo, por supuesto.

Destino fue mi escuela de verdad. Antes lo había sido -ya desde pequeño- mi casa, la casa de mis padres. Se recibían once diarios al día. Sólo los leía mi abuelo. Siempre le he conocido de jubilado, diciendo pacíficamente que era sordo. Una manera de evadirse de la realidad. Llegaba Destino, Paris Match, Gaceta Ilustrada, etcétera. Entre estos once estaba por ejemplo Le Monde, que a mí casi me hizo un especialista en el Partido Socialista francés a base de leerlo cada día. Aún sigo las interioridades del partido socialista, que han cambiado mucho, pero que aún me permite en estos últimos diez años, pensar que Manuel Valls era el gran político del partido socialista francés.

Entre mi casa y Destino, yo fui periodista, pero llegó un momento en el año 1968, que dije: vamos a ver, si tú sigues haciendo de periodista estarás comido por lo diario y no llegarás, no conocerás nunca una cosa a fondo. Lo cual puede ser estupendo, pero creo que también sirve que en los periódicos haya personas que puedan conocer cosas más o menos a fondo. Es cuando tuve la opción -también a través del profesor Jiménez de Parga- de ir a Lérida donde se inauguraba una especie de facultad de Derecho, entonces todo era muy cambiante el año 1968; Villar Palasí acababa de ser nombrado ministro y desde entonces fui profesor de la universidad. Allí estudié mucho, primero, esto que llamamos Derecho Político, que es lo que creía que me gustaba. Pero después, a partir del 75/76, ya viendo que venía la Constitución y que alguien debería saber Derecho Constitucional, me dedique en los años finales de los 70, los 80 y 90 al Derecho Constitucional.

Fui -como ha dicho Rosa- miembro del Consejo Consultivo, lo cual quiere decir, hacer dictámenes jurídicos. Fue otra escuela, la escuela de derecho. Que me trajeran un caso y tuviera que hacer un dictamen, el primero o segundo del Consejo. El primero del que fui ponente, fue una partida de mejillones en mal estado que había llegado a Barcelona y no se sabía si era competencia del Gobernador Civil o del Consejero de Sanidad. Pensando en el Derecho Político, pensé que: esto realmente no salía ni en Maquiavelo, ni en Jobs, ni en Divergé. Los mejillones en mal estado. En estos años vi la importancia del derecho y lo que debo a estudiar Derecho para escribir columnas en los periódicos.

En los últimos años me he dedicado mucho -aparte de mi tarea en la universidad- a escribir en los periódicos. Debo decirles que desde el año 98 escribo más de un artículo semanal. Y esto es muy bueno, porque escribir un artículo, como dar una clase, es un momento de pensar. Después de una clase salía y a veces apuntaba novedades: “Esto no lo expliques nunca más, esto no sirve para nada, añade esto”. Pero lo habías pensado allí. En un artículo sucede lo mismo, me hago un esquemita de tres puntos y a veces desborda estos tres puntos, te quedas en uno, y allí sacas más cosas porque has pensado. Cuando se dice tanto “libertad de expresión”, que naturalmente es básica en un sistema democrático, hay que tener claro que la libertad de expresión, tiene una previa: libertad de pensamiento. Si no piensas mejor no escribas. Hay algo previo a la libertad de expresión que es la libertad de pensamiento. El pensamiento, el conocimiento y el saber. Creo que muchos de los que se ponen por la noche, según haya ido el día, a darle al twitter, a ver con quién me meto y quién es más imbécil de todos y profieren estos insultos, quizá alguien les debería decir que antes de escribir, mejor pensar. Y si al pensar consideras que quizá no tienes una opinión bien fundada sobre aquello que vas a decir, no te expreses, no ejerzas esta libertad de expresión, porque es peligroso y dañino.

Ya me he extendido demasiado. Sólo he dicho el 25% de las cosas que les quería decir, pero quedan muchas columnas por rellenar y esto se puede decir en los periódicos.

Gracias por el Premio. Gracias a los directivos de esta casa, al Jurado y gracias muy especiales a Rosa Cullell, por sus palabras. Ha habido un momento, aquel momento en que yo tomo algún café, que no sabía cómo podía acabar y me has hecho sufrir un poco, a ver qué me ibas a decir de ese café en la facultad y dos chicas guapas mirando. Yo me he dedicado a la investigación sólo, no a otras cosas, y por tanto, era un café para investigar mejor en las horas siguientes, simplemente. Pero gracias por tu presentación entrañable, personal y que recordaré siempre. Gracias a todos también por venir, a tantos amigos que veo aquí. Espero que el Jurado en el próximo Premio tenga mucha mayor lucidez que la que ha tenido en esta ocasión. Gracias.

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