Imagen del puente de Segovia

Entre el costumbrismo y la antropología

Con motivo de la edición del catálogo de la exposición 'Aquel Madrid', el Ministro de la Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática, Félix Bolaños, escribe este texto en el que repasa sus recuerdos de la ciudad

La exposición ‘Aquel Madrid’ ha reunido en sus paredes una cuidada selección de fotografías que hace años merecieron ocupar otro espacio: las páginas del diario Madrid. Dos espacios y distintas épocas unidos en reconocimiento a la importante labor de periodistas gráficos durante el siglo XX.

Hasta la llegada de la radio y la televisión —y después, en convivencia con ellas— la mayoría de las personas solo tuvieron como opción informativa la prensa en papel. Ésta representó durante mucho tiempo el soporte único de la actualidad y sirvió para cumplir con el interés de la ciudadanía por saber qué ocurría en su ciudad. En muchos diarios fueron especialmente relevantes las secciones de información local, y las fotografías que aparecían en ellas eran parte fundamental de su labor. Sus autores daban fe de una realidad cercana pero que, a la vez, era muy lejana para quienes la leían.

La memoria va diluyéndose con el tiempo pero ahí quedan, como reflejo imperecedero de una época, las crónicas escritas y las instantáneas para prensa. El trabajo de aquellos periodistas y reporteros gráficos expresa el pálpito de la ciudad que vivieron y capturaron como testigos a pie de calle de su pulso diario. Testigos del devenir de una urbe en movimiento constante, que nacía nueva cada día, lista para reformular la mezcla entre lo viejo y lo nuevo, entre los oficios ancestrales y las nuevas ocupaciones. Una ciudad que fue expandiéndose geográficamente, combinando edificios nuevos con palacetes y casas antiguas, callejones con avenidas, carromatos con motocicletas y autobuses, en una dinámica incesante e imparable que llega hasta nuestros días.

Hoy disponemos de teléfonos inteligentes y una capacidad ilimitada para guardar momentos personales que podemos, además, compartir al instante con el mundo entero. Sin embargo, hubo un tiempo en que no fue así. ¿Quién no recuerda aquellas cámaras de fotos, con sus objetivos intercambiables y sus carretes de negativo? ¿Quién no ha sentido la emoción de tener en la mano las copias en papel, después de haber ahorrado dinero para revelarlas?

Cada foto de esta exposición es un tesoro que nos permite conocer la génesis y la evolución de un espacio urbano compartido; un territorio común que ha ido transformándose al ritmo de los cambios sociales y urbanísticos. Las imágenes que integran la exposición y el catálogo constituyen un excelente fresco documental de la vida cotidiana en Madrid durante medio siglo. Informan y documentan, a mitad de camino entre el costumbrismo y casi la antropología, con un trasfondo de indisimulado afecto. A través del visor de su cámara, sus autores fueron fidedignos notarios de una actualidad que hoy ya forma parte de la Historia. Persiguieron los acontecimientos cotidianos, con espíritu de periodista y mirada de artista, hasta convertir una simple anécdota en una gran categoría, un gesto espontáneo en el símbolo de una época.

También rebosan sentimiento hacia la ciudad los textos que acompañan este catálogo, firmados por madrileños y madrileñas de toda la vida, como es el caso de Almudena Grandes, y por otros de adopción. Las líneas que comparten en esta publicación son una grata invitación a releer sus obras, en las que tanta presencia tiene Madrid.

La selección de imágenes en blanco y negro reconstruye un paisaje urbano reconocible para las personas mayores y, a través de sus relatos, imaginado por la juventud. La fotografía atesora un extraordinario poder de activación de la memoria y, por eso, de alguna manera confluyen en esta muestra los recuerdos de nuestros padres y abuelos con nuestra propia memoria, fresca y reciente. Reconstruimos aquel Madrid de manera bicromática, en blanco y negro, precisamente por el carácter y la capacidad evocadora de estas instantáneas; momentos congelados que no llegamos a vivir pero que, cierta y mágicamente, sentimos como propios.

Quiero finalizar destacando la faceta detectivesca que las exposiciones de fotografía histórica estimulan en sus visitantes. Aquel Madrid invita a reconocer el inconfundible paisaje capitalino: una esquina, una calle, un mercado, un espacio deportivo… Entrelaza la nostalgia con la curiosidad; propone rememorar y descubrir, explicar y entender mejor por qué Madrid es como es; por qué siempre está, acogedora e incombustible, elegante y golfa, corte y villa, velazqueña y goyesca. Capaz de integrar en la palabra orgullo el nombre de una agrupación castiza y nuestras fiestas más internacionales.

Vivir o ser de Madrid es estar orgulloso de nuestra ciudad. Una ciudad única. Todos somos Madrid y Madrid es todos y cada uno de nosotros: los que fotografían y las personas fotografiadas; los recién llegados y quienes aquí nacimos. Recordando a Joaquín Sabina, madrileño de Úbeda, podemos decir, sin temor a equivocarnos, que quien aquí ha vivido, aquí quiere quedarse.

Esta exposición brinda la posibilidad de entender mejor su alma conociendo cómo fue aquel Madrid que los fotoperiodistas vieron y contaron. Sus instantáneas son llaves de entrada al territorio de la memoria compartida y, por tanto, del mismo modo que merecieron la publicación en prensa, también merecen ser añadidas al álbum sentimental de nuestras vidas.

Finalizo agradeciendo el trabajo realizado desde la Fundación Diario Madrid, la Asociación de Periodistas Europeos y la Secretaría de Estado de Memoria Democrática para hacer posible esta exposición.

Espero que la disfruten.

FÉLIX BOLAÑOS GARCÍA

Ministro de la Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática

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