Adiós al sociólogo Amando de Miguel, defensor de las libertades

El sociólogo, escritor y articulista Amando de Miguel, uno de los más destacados firmantes de la página 3, que marcaba la línea de opinión del desaparecido Diario Madrid, cerrado por el gobierno de la dictadura, ha fallecido a los 86 años tras sufrir una larga enfermedad.

Precursor de los estudios de Sociología, fue Catedrático emérito de la Universidad Complutense de Madrid y en su brillante y larga carrera profesional pasó por las aulas de las universidades de Columbia (Nueva York), donde cursó su posgrado, así como las de Yale y Florida.

Ya en 1966, formó parte del equipo que inspiró la página 3 del Diario Madrid, el llamado “Madrid independiente (1966/1971)”, en la que mantuvo sus columnas hasta el cierre.

Con más de 120 libros publicados a lo largo de su vida, mantuvo su trayectoria profesional en la universidad y colaboró en diversas publicaciones.

Tras la orden de cierre al diario Madrid el 25 de noviembre de 1971, por la que el Ministerio de Información canceló la inscripción del combativo vespertino madrileño, continuó su carrera profesional en la universidad y mantuvo sus colaboraciones en distintos medios de información, con relevancia internacional y colaboró en tertulias políticas y sociales de radio y televisión. En 1981 fue uno de los firmantes del conocido como “Manifiesto de los 2.300” en defensa del castellano en Cataluña y se erigió el líder de opinión. Fue distinguido con prestigiosos premios. Escribe ABC que fue “Una de las mentes más brillantes de la España que tomó las riendas a finales de los 70, un hombre cuya grandeza intelectual abrió el camino hacia una sociedad mejor”.

En 1972, con el recuerdo del Madrid muy vivo en la sociedad española, publicó junto con Antonio Fontán y Francisco Burguera, el libro “Madrid página 3”, donde se recopilaron los artículos que ambos habían escrito para la página de opinión del Madrid, con un extenso prólogo de Antonio Fontán, último director del periódico. Para la edición de este libro escribió Amando de Miguel, la Presentación, que se reproduce a continuación:

Han sido abundantes —y algunos egregios— los casos en que desde el periodismo literario se ha incidido en los temas que interesan a los sociólogos: Larra, Azorín, Ortega, para citar los clásicos. Menos frecuente ha sido el hecho de los sociólogos tratando de verter sus impresiones, ideas y conceptos en forma periodística. El ínclito Severino Aznar puede ser una notable excepción. En nuestros días la Sociología se ha esforzado en hacer avanzar sus técnicas en lugar de concentrarse en el conocimiento real de sociedades concretas. Yo me apunto a este segundo enfoque, que encaja además tan bien con mis preocupaciones ciudadanas. Escribo sobre los españoles porque no los entiendo del todo, porque no me entiendo a mí mismo, quizá.

Y en ello estaba cuando di con mis huesos mentales en la redacción de la tercera página del diario Madrid… parafraseando a Larra, casi estoy tentado a afirmar que “escribir en el Madrid es llorar”, pero sí recuerdo que cada artículo costó lo suyo, y que era un reto hacerlo desde un medio hostil. Mis artículos sabatinos nunca fueron aceptados y en esta falta de aceptación, de contracorriente reside acaso su valor. Fueron pensados para algún día ser leídos uno tras otro, a modo de argumento. Testigos y testimonio son de un modo distinto y peculiar de ver los asuntos colectivos, que fue cristalizándose, casi sin darnos cuenta, en aquel heterogéneo grupo, un tanto profesoral y teorizante, que fue el de los autores de la página tres del Madrid.

Algunas de las piezas aparecían al mismo tiempo en el Diario de Barcelona, el decano de la Prensa española, un papel asimismo intelectual y moderado, nada sensacionalista. También los sábados. Es día éste en que más gente corriente y menos autoridades leen los periódicos. Es mi día.

No voy a insistir en el contrapunto o complemento de mis artículos con los de Burguera, letra a la que correspondía tan bien la música del cotidiano chiste de Chumy.

Las ideas de la página se fecundaban a veces tras estimulantes cenas que luego diéronse en llamar “políticas”.

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