Devoto de Neruda

Palabras de Miguel Ángel Cortés en el homenaje a Miguel Ángel Gozalo

Miguel Ángel Cortés en el homenaje a Miguel Ángel Gozalo
Miguel Ángel Cortés en el homenaje a Miguel Ángel Gozalo

Fue Antonio Fontán quien me presentó a Miguel Ángel Gozalo y hoy muchos de sus amigos, que también lo éramos de Fontán, nos reunimos en la sede de la Fundación del Diario Madrid para hablar de Gozalo.

Recuerdo la presentación: este es Miguel Ángel Cortés, que es de Valladolid, pero no se le nota. Porque Fontán, aunque era de Sevilla, decía que Madrid era otra cosa y que, en general, a los de provincias se nos notaba. Gozalo, que sí era de Madrid, coincidía con su maestro y, a veces como advertencia, pero generalmente como disculpa si alguien no estaba a la altura, solía decir que “a Madrid no se puede venir a cuerpo” o que actuar en Madrid es “alta competición”.

Tenía una memoria prodigiosa, llena de anécdotas que siempre venían a cuento y hacían amenísima la conversación.

Miguel Ángel Gozalo era, más que un admirador, un devoto de Pablo Neruda. Recitaba muchos versos suyos de memoria. Yo confieso que no tanto, y se lo hacía saber, pero un día un diplomático me contó una anécdota de Neruda cuando fue Embajador de Chile en París, que usé mucho en mi etapa de Secretario de Estado para Iberoamérica.

Le dije a Miguel: te voy a dar una alegría, he citado elogiosamente a tu amigo Pablo Neruda, y le conté la anécdota que, por supuesto, conocía: Neruda no sabía nada de números, y menos aún de deuda externa, pero como embajador en Francia tuvo que representar a su país ante el “Club de París” del que Chile era un deudor importante y cuando le tocó intervenir en un tema tan lejano para él, salió del paso diciendo: “ustedes están aquí hablando de deuda externa y tengo que decirles que todos tenemos deudas externas.  Yo, personalmente, muchísimas y les estoy muy agradecido, porque de lo poco que sé, debo casi todo a personas que he leído o con las que he hablado y esa es la deuda externa más importante”.

A la hora de pensar en lo que iba a decir, me acordé de aquello de que en Madrid no se puede ir a cuerpo y me han venido tantas cosas a la memoria, que me he dado cuenta de que de las muchísimas deudas externas que tengo, Miguel Ángel Gozalo es un acreedor muy destacado.

Con muy poca diferencia nos han abandonado Miguel Ángel Gozalo y Eugenio Nasarre. Grandísimos amigos entre sí y de muchos de nosotros. Entre 1991 y 1996 FAES fue un “pensadero” en plena ebullición. El palabro es la españolización de “think tank” obra de Santiago Tamarón.

Algunos amigos, muy buenos amigos, coincidimos con Eugenio y con Miguel Ángel en la calle San Agustín y además de pensar, proponer ideas y reunir personas que ayudaron mucho a configurar la alternativa de gobierno en España a partir de 1996, tenemos los mejores recuerdos de los buenos ratos que pasamos, porque siempre consideramos que lo divertido no es lo contrario de lo serio, sino de lo aburrido, y Gozalo era de los mejores animadores en largas tardes y algunas noches de trabajo intenso.  

Imposible olvidarse de Miguel preguntando “¿quién es el mero, mero de este asunto?” o amenazando irónico “una de mis principales virtudes es que soy muy rencoroso”, aunque también podía decir, forzando una cara seria, “si alguien me echa un pulso… me lo gana”.

He hablado del Gozalo de Madrid, pero estoy seguro de que Maribel, la Hernando, porque se llamaban por el apellido, estará de acuerdo conmigo en que el Gozalo más auténtico andaba cerca del Duero. 

De los muchos privilegios que he tenido desde que Fontán me presentó a Miguel Ángel, visitar de su mano San Esteban de Gormaz, el Burgo de Osma o Gormaz y su imponente castillo, no ha sido el menor.

El mayor, sin duda, ha sido conocer a Maribel y a sus hijos, pero sobre todo a Ana, eficacísima y entusiasta colaboradora, y gran amiga.

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