El día que lo iban a cerrar el Diario Madrid se levantó a las 5:30 de la mañana, o algo así podría decirse rememorando aquella crónica que García Márquez escribió de Santiago Nassar. O el último día de su vida, el Madrid decidió tomarse unos tequilas de más bajo el volcán decrépito de la dictadura que acabarían costándole la muerte.
Pero no. El 25 de noviembre de 1971 en la portada consagrada a publicar la Orden de cierre que lo abocaba a la desaparición, el diario Madrid eligió el camino del humor negro, tan español, tan de sus humoristas, tan propio de su redacción a modo de protesta o de burla, si se quiere.
Abajo a la izquierda, fileteado y recuadrado en negro, vemos un anuncio del cine Proyecciones con un título que no precisa de un alto coeficiente de agudeza para leer como un dardo lanzado con gracia hacia el estúpido verdugo. La brigada de los condenados era el título y, por si no quedaba clara la intención, ahí va el subtítulo que desarrolla la idea: la historia de un grupo de suicidas que preparó el desembarco en Normandía.
El equipo del Madrid fue, junto a otros, la avanzadilla del desembarco esperado de la democracia en España, como aquellos que saltaron en paracaídas la madrugada del 6 de junio de 1944 para preparar la hasta entonces mayor operación militar de la historia. Un año menos tres días después de este anuncio la parca se llevó al monstruo que guardaba el páramo desierto y la democracia (no sin problemas y esfuerzos) acabó germinando.
Y ahora la pregunta para la que no he encontrado respuesta: ¿fue este anuncio una humorada, una casualidad, un duende de la imprenta o una maniobra de precisión quirúrgica? Estamos avisados, que diría Miguel Angel, gracias a Paesa de que todo anuncio por palabras puede esconder un mensaje y que tu propia esquela puede significar que estás más vivo que nunca, pero en este caso creo que cualquier Comisión Warren acabará sembrando más dudas que certezas, como hizo la original.
De tenerlo, este anuncio es tan certero en su ánimo de burla que nadie reparó en él y de esto da fe José-Vicente de Juan, que dirige la Fundación y no es sospechoso de tibieza, sino todo lo contrario, en su defensa del proyecto, su idea fundacional y su equipo humano. Cuenta que un día, muchos años después, viendo la reproducción de esta primera página enmarcada en su despacho, reparó en el anuncio, al modo de Sospechosos habituales, donde las notas fragmentadas del tablón de anuncios de un policía sirven al malo para construir una historia y su coartada.
Puede que así fuera, pero también digo que este anuncio no hubiera sido permitido por la censura en China que en tiempos de Obama prohibió los dibujos de Winnie the Pooh porque decían que la pareja Tiger y Winnie asemejaba en exceso a la que formaban Barack y Xinping y resultaban una burla a la dignidad de su líder supremo.
Lo más extraño de todo es que, como en las operaciones que sólo se desvelan pasados 50 años, nadie reparara en la coincidencia reivindicativa. Quizá éramos todos más inocentes e internet no había llegado a nuestras vidas. Recuerdo que cuando Coca-Cola sacó los primeros envases de Zero pude leer que en las latas se recogía la caída de las Torres Gemelas, por no hablar de las teorías conspiranoicas sobre el peso del colectivo homosexual en la denominación de productos (pensar que cero -calorías- en inglés se escribe con ¨z¨ seguramente les parecía razón de poco peso).
Me habían pedido que hablase de la publicidad y ahí veo que éramos todos más inocentes, más confiados, menos interactivos y algo machistas, pero en el fondo los caminos para conectar con el lector, con el ciudadano, son similares a los que vemos hoy. De hecho, un reproductor de música se vende hablando de calidad, de responsabilidad social (incluye beca de estudios) y de españolidad. O un coñac recurre a un James Bond (anterior a la sacudida Me too) como influencer antes de que se hubiera inventado tal profesión.
Y cómo no mencionar el formato publicitario ¨coche del año ¨ tan útil que pervive y que abre un debate con la Wikipedia que asegura que *Coche del año en España* existe desde 1973, cuando en 1967/68 el 850 coupé había sido elegido *coche del año* en España. Ahí lo dejo, pero en plena dictadura el galardón fue concedido ¨por votación popular¨, lo que nos lleva a la idea de que antes que a la política la democracia llegó al marketing sin ánimo de mezclar ambas.
Quizá podría haber investigado, buceado en la hemeroteca para ver si el anuncio se publicó también en días anteriores, pero ¿para què? Recordemos “El hombre que mató a Liberty Valance¨ e imprimamos la leyenda. El Madrid y la democracia lo merecen.