Inocencio Arias recuerda la figura del patrono de la Fundación diario MADRID, Miguel Ángel Gozalo, durante el homenaje celebrado en nuestra sede el 2 de abril de 2024.
Al recordar una figura de la humanidad, de los quilates humanos de Miguel Ángel Gozalo, alguien por el que sentí, además, un claro afecto, uno está tentado de ponerse grandilocuente.
Te viene a la memoria la célebre oración fúnebre de la obra “julio césar” de Shakespeare, una pieza teatral que es un el0cuente estudio de la grandeza y podredumbre de la política, de la corrupción, de la valentía y la cobardía, de las tentaciones autocráticas y dictatoriales. Un ambiente que nos es familiar y sobre el que Gozalo tendría ideas claras y el posicionamiento honesto que le caracterizaba.
Huyo, sin embargo, del discurso que hace Marco Antonio, personaje que en la película de julio cesar es interpretado por Marlon Brando, porque a Miguel Ángel, en su modestia, le parecería afectado y ampuloso. Recurriré, con todo, tergiversándolo, al principio de su parlamento: “yo no he venido aquí a enterrar a Miguel Ángel Gozalo, sino a elogiarlo, a ensalzarlo”.
Otros en este acto abordan con más conocimiento que yo su profesionalidad. Quiero subrayar, piropear, de mi lado, su amistad desinteresada, Gozalo te dejaba unos días hasta su coche si lo necesitabas o de desvivía porque compraras más barato el adecuado, y aprecié asimismo sus consejos certeros. Si me encontrara en activo y destinado en un lugar remoto, en Australia, por ejemplo, cuando llegase a España contactaría rápidamente con Gozalo, o tal vez con Pepe Oneto, para que me iluminasen sobre los temas más dispares desde el caso Koldo, Ábalos, Armengol hasta el trabajoso parto de Mbappé, desde la pasmosa quiebra de la solidaridad territorial que vivimos hasta los estrenos teatrales recomendables.
También recuerdo con fuerza, vívidamente, su envidiable sentido del humor. En las frecuentes salidas o almuerzos que tuve con él, con Manolo Summers y Chumy Chumez la chispa de Miguel Ángel rivalizaba con la de los dos geniales humoristas igualmente desaparecidos. Gozalo era un maestro de la conclusión aguda proferida sin acritud. Tengo presente un comentario en mi embajada en la ONU cuando vino con Maribel a almorzar en una ocasión en que Felipe González se había ofrecido allí cortésmente a hacer unas patatas fritas “a lo pobre” que saboreamos con gusto. Cuando posteriormente nos quedamos solos deslizó con su sonrisa inconfundible: “es muy simpático y como tu repites tiene mucho sentido del estado, que buena falta nos hace, pero sus patatas fritas… son mejorables”.
Así lo veo al bueno de Miguel Ángel: amigo sincero y con un fantástico sentido del humor desenfadado, pero no agrio.
Y si hubiera un más allá, ¡ojalá¡, y lo encuentro en él le pediría me comentara la frase de un político catalán que declara en estas fechas al “times” de Londres, (hoy, ¡con la que está cayendo)!, declara, repito, que “una derecha resurgente es más peligrosa para la unidad de España que los separatistas catalanes”. Gozalo se echaría las manos a la cabeza ante tal sandez, pero hasta a eso le sacaría un dardo humorístico. Y de postre te haría reír con el esperpento del caso Negreira. Nuestro Gozalo era irrepetible y se le viene de verdad echando de menos.
Lástima que no podamos repetir lo de las patatas hechas de nuevo por Felipe, por el propio Gozalo o por “la Hernando”.
Inocencio Arias.