Antes que nada déjenme decir que es para mi un honor que la Fundación Diario Madrid me haya dado la posibilidad de hacer la laudatio de Katharine Viner, la primera mujer en dirigir el periódico The Guardian en 196 años de historia, sucediendo a un periodista como Alan Rusbridger -hoy presidente el grupo editorial del diario- ganador de un Premio Pulitzer, pero sobre todo un insobornable defensor de la libertad de prensa y de la independencia profesional. Y seguramente uno de los primeros directores de diarios en entender la necesidad de su conversión en empresas de contenidos informativos en distintos soportes.
The Guardian es más que un periódico, resulta toda una institución. Es un medio de comunicación comprometido con las causas justas, desde que fuera fundado por un grupo de hombres de negocios inconformistas que defendían la libertad civil y religiosa, la justicia social y la causa de la reforma. A lo largo de casi doscientos años ha tenido sólo once directores, Katharine Viner, es la’ duodécima. La dirección de los periódicos suele ser un puesto de alto riesgo, pero en el caso de The Guardian las veleidades empresariales no forman parte de los peligros que acechan el despacho del director. Probablemente es que eligen bien, posiblemente es que la empresa no se pone nerviosa. A lo largo de estos dos siglos, los éxitos de este diario han sido muchos, pero me gustaría. destacar la magnífica cobertura que hicieron sus corresponsales durante la guerra civil española. Más recientemente, The Guardian fue uno de los medios europeos que publicó los documentos que obtuvo Edward Snowden, que permitieron conocer los programas de espionaje masivo de Estados Unidos y del Reino Unido. Y provocaron la indignación del Gobierno británico de David Cameron, al tiempo que su director se veía obligado a declarar en la Cámara de los Comunes.
Viner dirige el diario desde la primavera de 2015 Y aseguran que en esos dos años y tres meses ni se le ha amargado el carácter ni se le ha agriado el humor. Sin embargo, le ha correspondido asumir reestructuraciones de personal para asegurar el futuro económico y la independencia de la compañía. Nada que nos suene ajeno, pero que no es fácil de llevar a cabo. Cuatro candidatos fueron seleccionados en su día para el puesto de director y fue ella quien obtuvo el respaldo mayoritario de los periodistas del diario en la votación celebrada en la redacción de The Guardian. En su currículo figura que inició su carrera en la revista Cosmopolitan, trabajó en el Sunday Times durante tres años y entró a trabajar en su diario hace dos décadas, siendo responsable de la edición sabatina y del lanzamiento en Australia. Más tarde se trasladó a Nueva York para asumir la dirección de la edición norteamericana.
Nuestra premiada ha demostrado en el tiempo que ocupa el cargo su compromiso con el periodismo de calidad y su liderazgo profesional. Buena conocedora del periodismo del papel, que reduce sus ventas pero no su capacidad prescriptiva, sabe que el periodismo digital nos permite llegar a más gente que nunca, pero nos complica más que siempre el modelo de negocio. En un artículo publicado el año pasado advertía del error de confundir entre lectores y clics, pero también de la distorsión del negocio de Google y Facebook, que se quedan no solo con los contenidos, sino también la publicidad. Y ha advertido: en el flujo de noticias del móvil todas las noticias parecen lo mismo, procedan de una fuente fiable o no. Y cada vez más, fuentes que son fiables publican noticias falsas, engañosas o deliberadamente indignantes. La búsqueda del clic manda. Viner es una defensora del buen periodismo, en medio de la selva en que nos encontramos, donde asegura que, desgraciadamente, la nueva medida de valor de los medios está en la viralidad en lugar de en la verdad. Con estos planteamientos, The Guardian puede presumir de ser una de las webs de referencia en el mundo, basada en el rigor más absoluto.
Hace un par de semanas presenté el libro «Contra el populismo» de José María Lassalle, donde sostiene que el caso Watergate posiblemente hoy no hubiera podido acabar con la
presidencia de Richard Nixon, porque sus colaboradores hubieran utilizado las redes sociales como cortafuegos y las mentiras como extintores. Viner no es tan radical, pero reconocía en un artículo titulado «Cómo la tecnología altera la verdad» que el voto del Brexit o la irrupción de Trump no son solo resultado del resurgente populismo o de la revuelta de los que se sienten abandonados por el capitalismo global. También es fruto de la crisis de los medios de masas. Pero la directora de The Guardian cree firmemente que, más allá del tránsito del papel a los medios digitales, es imprescindible que las cabeceras apuesten por los valores tradicionales del oficio: por la investigación, la verificación o el análisis. La información fiable es esencial para el funcionamiento de la democracia. Lo que se debate no es una cuestión de clics o de algoritmos, sino de un periodismo de interés público, honesto y exigente, que le quite la careta a los mentirosos y que luche por una sociedad mejor. En eso coincide The Guardian con otros periódicos, como por ejemplo La Vanguardia que represento, sabedores que la verdad es algo por lo que vale la pena luchar y que la postverdad no existe: simplemente es la mentira disfrazada por el poder político, que también quiere apropiarse del lenguaje.
Katharine Viner, con este premio que le entregamos hoy, queremos decirle que ere uno (una) de los nuestros (en este caso nuestras). Y que su combate lo sentimos como algo propio.
Y termino. La vida es la vida del periodismo ha escrito, el colega Juan Cruz en su último libro. Y si un día el periodismo muere, será la muerte de todas las vidas, de todas las muertes. Pero, por fortuna, la vida sigue y son muchos los que esperan que se la contemos. Con honestidad y coraje.