Un paisaje le dio a Virgilio la ocasión para crear el mito de la Arcadia feliz. Mi padre encontró ese lugar ideal en la curva de ballesta que traza el Duero delante de su casa de San Esteban de Gormaz. Según sus palabras, “la vista más bonita del mundo”.
Ciertamente en ese paraje de la Alameda hemos pasado los mejores ratos de nuestra vida, junto a muchos de vosotros que hoy estáis aquí. Nuestro padre, que ha sabido hacernos tan sumamente felices, supo también crear en San Esteban esa Arcadia de Virgilio, un refugio, como dijo Eugenio Nasarre en su obituario, que es “un hogar de verdad, en el que brilla el don de la generosidad y se cultiva la amistad”. En San Esteban tenemos nuestros recuerdos de aquellos días azules y ese sol de la infancia. En su cementerio descansan los restos de nuestro padre.
A la orilla de la carretera hacia San Esteban desde Madrid, un trayecto que tantas veces hemos hecho, a la altura de Cenegro hay un árbol solitario. Nuestro padre se fijó en él cuando era apenas una ramita. Le gustaba decir que era suyo. Lo hemos visto crecer, despacio. Es una sabina. Dicen que una sabina de cien años es niña. Ésta, que él describía como una melena verde en mitad de la estepa castellana, sigue ahí, creciendo robusta y lentamente, fiel a la vida, al pie del camino que nos lleva a casa.
Nuestro padre nos enseñó la importancia de vivir de forma auténtica, con bondad, con su ejemplo contundente, aprovechando cada momento. Nos hizo aprender de la poesía de Cavafis – “de su insensata prudencia se burla hoy cada ocasión perdida”-, y fue un entusiasta de la filosofía del viaje a Ítaca, que practicó con convicción profunda: Dios le ha concedido un camino largo, rico en experiencias y en conocimiento.
En esta sabina hay algo de nuestro padre, de lo que significa ver, al paso, en un retoño el árbol entero y perdurable, que, después de cien años, seguirá siendo una sabina niña. De la pasión por la vida, de los detalles, del optimismo.
Estamos desconsolados, nos cuesta vivir sin él, nos duele su nueva manera de existir, pero confiamos en seguir enriqueciéndonos en saber y en vida, como él nos enseñó, y en que comprenderemos, por fin, qué significan las Ítacas.
Y las sabinas.
En nombre de todos nosotros, de mi madre, de mis hermanos, de la familia Gozalo, gracias a la Fundación del Diario Madrid. A todos los que habéis intervenido y nos estáis acompañando.
Muchísimas gracias por vuestra amistad, por haber participado en este homenaje y por mantener la memoria viva de nuestro padre haciendo realidad el exlibris de su biblioteca, con cita de Horacio: non omnis moriar. No morirá del todo.
Isabel Gozalo Hernando. Madrid, 2 de abril de 2024.